miércoles, 26 de marzo de 2008

Vestir una sombra




Vestir una sombra


Lo más difícil es cercarla, conocer su límite allí donde se enlaza con la penumbra al borde de sí misma. Escogerla entre tantas otras, apartarla de la luz que toda sombra respira sigilosa, peligrosamente.Empezar entonces a vestirla como distraído, sin moverse demasiado, sin asustarla o disolverla: operación inicial donde la nada se agazapa en cada gesto. La ropa interior, el transparente corpiño, las medias que dibujan un ascenso sedoso hacia los muslos. Todo lo consentirá en su momentánea ignorancia, como si todavía creyera estar jugando con otra sombra, pero bruscamente se inquietará cuando la falda ciña su cintura y sienta los dedos que abotonan la blusa entre los senos, rozando la garganta que se alza hasta perderse en un oscuro surtidor. Rechazará el gesto de coronarla con la peluca de flotante pelo rubio (¡ese halo tembloroso rodeando un rostro inexistente!) y habrá que apresurarse a dibujar la boca con la brasa del cigarrillo, deslizar sortijas y pulseras para darle esas manos con que resistirá inciertamente mientras los labios apenas nacidos murmuran el plañido inmemorial de quien despierta al mundo. Faltarán los ojos, que han de brotar de las lágrimas, la sombra por sí misma completándose para mejor luchar, para negarse. Inútilmente conmovedora cuando el mismo impulso que la vistió, la misma sed de verla asomar perfecta del confuso espacio, la envuelva en su juncal de caricias, comience a desnudarla, a descubrir, por primera vez su forma que vanamente busca cobijarse tras manos y súplicas, cediendo lentamente a la caída entre un brillar de anillos que rasgan en el aire sus luciérnagas húmedas.

“Vestir una sombra” de Último Round.

Julio Cortázar


Justamente así me parece estar algunas veces, como quién viste una sombra.
Creo haberla visto y fijo la mirada con mucho recelo y una sonrisa medio contenida como cuando ves un mosquito y sientes que ya lo tienes.
Entonces me acerco sigiloso porque no soy capaz de hacerlo de otra manera, créanme lo haría si pudiera. Y entonces no se mueve, te mira impasible esperando que tú hagas algo, parece que te desafíe, pero no, enseguida la ves tan inocente que te das cuenta que ni tan siquiera se le habría ocurrido desafiar a nadie.
Entonces ya no tengo nada que me una a ella, lo busco, desesperadamente lo busco pero de mis sequísimas seseras no sale ya nada que sirva a mi descosido hilo de voz y no puedo más que marcharme sin asirla.
Uno se aleja y sin mirar por miedo aún a convertirse en estatua de sal o columna de humo, sabe que ella estará allí, porque lo sabe pero no puede hacer nada y entonces sientes que está tan cerca que no podría estar más lejos y que es tan fácil de hacer que serías capaz de coger unas gotas de mercurio del termómetro que rompiste ayer, abrir el grillo y llevarte un poco de agua entre las manos, o vestir una sombra con mimo y cuidado porque todo es parte de una misma cosa. Porque las cosas más difíciles son a veces tanto más sencillas que las que creemos sencillas en verdad, y nada es imposible mientras no tengamos conciencia de ello.

Diría muchas más cosas pero creo que por hoy es suficiente, además aunque parezca mentira Cortázar describe mis sentimientos incluso mejor que yo mismo en muchas ocasiones, y esta es una de ellas.



El Puerto de Santa María, a 26 de Marzo de 2008.

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