domingo, 16 de marzo de 2008

There's so much world outside the door.



Me gustaría poder hacer lo que me diese la gana en cada instante, pero uno tiene demasiadas ataduras como para eso, ahora lo más lamentable es que la mayoría vienen de nuestro interior, nos las ponemos nosotros mismos.
No sé si le pasará a todo el mundo pero en mayor o menor medida seguro que todos somos de vez en cuando temerosos de enfrentarnos con algunos de nuestros conflictos emocionales y engañamos a los demás haciéndolo así con nosotros mismos primero, porque es por lo general más fácil que probar a vencer esas barreras, esos prototípicos comportamientos que nos acompañan y nos marcan mucho más de la cuenta.

Pero como la libertad sigue siendo uno de los grandes anhelos, al menos para mí lo es, tenemos que optar por otros senderos para alcanzarla, siempre más largos y tortuosos.
Barreras por todos sitios encuentra el pusilánime y no acaba su desgracia con cruzar la puerta de casa, ahora debe también cruzar la del lugar de su destino, y titubear deambulando como quien perdió el mayor o menor juicio que tuviera aferrado a la esperanza de que en algún momento encontrará un resquicio en el que sorprender a su menguada voluntad, es una práctica de seguro usual.

Cuando la autoridad baja la guardia y te animas a cruzar la fortaleza todos tus temores se sofocan cuando tu pupila entra en contacto con el motivo de tus azares, todo sale mejor de lo que tu podías esperar y es aún más genial de lo que imaginabas. Ahí sonríes seguro de que todo mereció la pena pero hay días que esto no ocurre y después de muchos minutos, tal vez horas al acecho resulta que saliste perdedor y te vuelves por tus pasos con la cabeza gacha y un acuciante dolor de pies que la experiencia me dice que podría trepar hasta la cima que en algún momento acabaría levantándose, pero es que no es fácil encajar las derrotas.
De este modo se hacen cosas que uno dentro de su marabunta no advierte hasta que termina el trayecto y mientras se quita los zapatos sentado en el borde de su cama piensa un poco más fríamente, ya como viéndolo desde fuera de si mismo y comprende lo irracionales que somos, siendo nosotros como somos los animales racionales, sin embargo todavía la mayoría de los humanos dudamos sobre lo de animales.




"Y era tan natural cruzar la
calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la
Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual
era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la
misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el
tubo de dentífrico.
Pero ella no estaría ahora en el puente. Su fina cara de translúcida piel se
asomaría a viejos portales en el ghetto del Marais, quizá estuviera charlando con
una vendedora de papas fritas o comiendo una salchicha caliente en el boulevard
de Sébastopol. De todas maneras subí hasta el puente, y la Maga no estaba.
Ahora la Maga no estaba en mi camino, y aunque conocíamos nuestros
domicilios, cada hueco de nuestras dos habitaciones de falsos estudiantes en
París, cada tarjeta postal abriendo una ventanita Braque o Ghirlandaio o Max
Ernst contra las molduras baratas y los papeles chillones, aun así no nos
buscaríamos en nuestras casas. Preferíamos encontrarnos en el puente, en la
terraza de un café, en un cine-club o agachados junto a un gato en cualquier
patio del barrio latino. Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos
para encontrarnos. Oh Maga, en cada mujer parecida a vos se agolpaba como un
silencio ensordecedor, una pausa filosa y cristalina que acababa por derrumbarse
tristemente, como un paraguas mojado que se cierra."

Rayuela (Cap. 1)
Julio Cortázar
El Puerto de Santa María, a 17 de Marzo de 2008.

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