viernes, 8 de febrero de 2008

Aniversarios


Hay días especiales por diversos motivos, casi siempre de carácter personal, días para recordar en los que lo principal que hacemos es recordar, la nostalgia habitualmente se sienta a comer con nosotros en la misma mesa ávida de momentos en los que aparecer, días en los cuales hay una felicidad contenida porque se entremezclan sentimientos en una amalgama de azúcar y de hiel, ilusión por el festejo, los regalos y las adulaciones que nos hacen sentirnos por unas horas en el centro del universo y la inevitable afluencia de lo que ya no está, nos da por querer lo que ya no puede ser o lo que aún no se dará, acto normal del inconformismo que nos suele seguir a todos a lados y que provoca lo mismo buenas y malas de nuestras cosas.
Los cumpleaños son un ejemplo de aniversarios, efeméride que nos recuerda el día en que nacimos y nos facilita calcular cuan viejos somos, unos esperan ansiosos esta fecha y cumplirían de a dos o de a tres si pudieran y otros se esconden temerosos siquiera de soplar las velas.
Hablo de todo esto porque hoy es mi cumpleaños y me pareció comentar un poquito algunas de estas cosas, escribiría mucho más sobre costumbres, tradiciones, fobias e ilusiones de estos festejos pero la verdad creo que lo dejaré para otro día, ahora tengo otras cosas mejores que hacer, están ya encendiendo las velas... cumpleaños feliz, cumpleaños feliz, te deseamos todos... cumpleaños feliz!!!
PD: Una de las costumbres de los cumpleaños como ya dije es la de hacer regalos a la persona que los cumple, pues bien, a mí me han regalado un reloj y de pronto se me vino a la cabeza el “Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj” de Julio Cortázar. Así que voy a terminar con él, como siempre puro ingenio.





PREÁMBULO A LAS INSTRUCCIONES PARA DAR CUERDA AL RELOJ





Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan —no lo saben, lo terrible es que no lo saben—, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia a comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.




Julio Cortázar




El Puerto de Santa María, a 7 de Febrero de 2008.

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